Sufrimiento
Sufrimiento, es la única palabra con la que puedo describir la situación de esa persona, es la más correcta manera de reflejar lo que siente. Todos estamos ahí, tan cerca suyo como su madre al momento en que él nació, lo observamos tan fijamente que pareciera que lo juzgamos por algún crimen. Pero nadie le ayuda, todos muy cerca para observarlo y lejos para comprometerse con él.
Está solo, ebrio hasta los pelos y perdido en esa soledad tan profunda que le devora cada trozo de carne que hay en su cuerpo. Trata de acercarse a alguien y se encuentra con el rechazo y el odio de todos los que están a su alrededor. Intenta una y otra vez conseguir la aceptación de alguien y por más que les suplica de rodillas sólo recibe golpes e insultos. Sigue intentando, llora y ruega por una muestra de cariño, pero nada consigue.
Qué nos lleva a ser tan crueles, pareciera que nos deleitamos al verlo sufrir. Disfrutamos de observar el sufrimiento siempre y cuando esté en alguien más y no en nosotros, así que observamos a esta sufrida persona desde lo más cerca posible y sin embargo no le permitimos ningún contacto con nosotros porque es despreciable, porque el dolor causa gusto en las personas que lo ven, no en las que lo tienen.
Entonces nosotros, que estamos aquí viéndole, que podemos ayudarle pero que jamás lo haríamos, somos en realidad lo peor que jamás podría haber existido, porque anteponemos nuestro placer a la posibilidad de calmarle el dolor a él o a cualquier otro sufrido.
Sigue llorando, empieza a golpearse a sí mismo contra el suelo y las paredes, en pocos minutos su rostro es otro, casi ya no se reconoce una forma humana en ese cuerpo. Implora por un poco de compañía, por un poco de cariño, de amistad, de amor. Está solo, perdido en un mundo en el que la única forma de adquirir la cercanía de los otros es haciéndose víctima del dolor; autodestruirse para llamar la atención de los otros.
Los otros somos nosotros, somos aquellos que corremos tras del sufrimiento ajeno para deleitarnos, para satisfacernos y seguir vivos; nosotros necesitamos de ese sufrido para mantenernos en pie, para seguir persiguiendo sufridos.
Más placer aún, nos da el causarle dolor a alguien, el poder dañar de alguna manera la tranquilidad de otra persona hasta que ésta se descontrole por completo y se convierta en un sufrido más. ¿Por qué esta terrible naturaleza humana?, no entiendo que es lo que hace que todos sintamos esa adictiva necesidad de causar, o al menos ver, el sufrimiento en otro; incluso ese otro haría lo mismo.
…………
Otra vez soñé, esa persona me agobia todas las noches con lo mismo y no me deja descansar, tengo que buscar la manera de olvidarla, si sigo así voy a acabar muerto.
Yo soy una hormiga más en este abominable mundo, trabajo las reglamentarias ocho horas en la empresa de un señor, un señor cuyo nombre no conozco. Esa es mi rutina desde que recuerdo, aparte sólo veo películas de Hollywood al llegar a mi casa, duermo, hago las compras domésticas, aseo mi habitación cada que puedo y me voy a desquitar de esta proletaria vida que llevo todos los viernes con algunas hormigas más.
Nunca había cambiado nada, sabía que eso era todo para lo que estaba aquí en este mundo. Terminé la primaria y me di cuenta que todo aquello del amor, la iniciativa y la capacidad humana de creación, eran cosas que jamás existieron, y que si lo hicieron, eran cosas que el sistema había adormecido o tal vez destruido para siempre en nosotros.
Todo había sido así hasta que un día al esperar el autobús vi a un hombre, pequeño, encorvado y totalmente ebrio. Lloraba amargamente y trataba de abrazar a la gente pero todos se le pasaban de largo, hasta ahí me pareció indiferente, pero de pronto un niño comenzó a reírsele a carcajadas, el hombre trato de abrazarlo y el niño empezó a patearle sin parar de reír. Entonces pensé, que ahora las escuelas se habían efectivizado aún más en su proceso de enajenación y destrucción de toda posible potencialidad humana. Desde entonces que sueño con ese momento, pero en mis sueños es aún peor, el hombre se autodestruye para obtener la atención de los otros; no entiendo esta actitud que él toma, pero sin embargo creo totalmente que yo haría lo mismo en esa situación.
Durante semanas que vengo agobiado pensando en la razón por la que aquel hombre pudo hacer lo que hizo, en ausencia de alguien conocido que haya presenciado la escena, lo he discutido en mi mente una y otra vez, y no logro responderme.
Tal vez un intento desesperado de acabar con la intrascendencia a la que el sistema nos condena, o una búsqueda de compañía para contrarrestar la soledad en la que también el sistema nos atrapa, etc. El sistema nos hace un montón de daños que nos convierten en máquinas, nos enajenan, nos quitan la esencia y exprimen de nuestro cuerpo el mayor trabajo posible para convertirlo en producción, y finalmente en dinero. El sistema es el dinero, y éste está por encima de todo lo demás, incluyéndonos a nosotros y lamentablemente a la Naturaleza, que es donde vivimos y el inmenso espacio que no conocemos. El sistema es imperialista, se expande sin límite alguno hasta que se destruye, y a su paso acaba con toda la hermosa perfección del espacio natural en el que se desenvuelve. Es casi como un zancudo yungueño, que se posa apaciblemente sobre un trozo de piel, incrusta su tubular boca en una vena y absorbe sangre sin parar, como con una sed que no puede saciar, hasta que finalmente su cuerpo se hincha y explota, dejando la sangre extraída derramada sobre el brazo; sí, así es todo en estos tiempos.
Joaquín Tapia Guerra-07/10/07
Sufrimiento, es la única palabra con la que puedo describir la situación de esa persona, es la más correcta manera de reflejar lo que siente. Todos estamos ahí, tan cerca suyo como su madre al momento en que él nació, lo observamos tan fijamente que pareciera que lo juzgamos por algún crimen. Pero nadie le ayuda, todos muy cerca para observarlo y lejos para comprometerse con él.
Está solo, ebrio hasta los pelos y perdido en esa soledad tan profunda que le devora cada trozo de carne que hay en su cuerpo. Trata de acercarse a alguien y se encuentra con el rechazo y el odio de todos los que están a su alrededor. Intenta una y otra vez conseguir la aceptación de alguien y por más que les suplica de rodillas sólo recibe golpes e insultos. Sigue intentando, llora y ruega por una muestra de cariño, pero nada consigue.
Qué nos lleva a ser tan crueles, pareciera que nos deleitamos al verlo sufrir. Disfrutamos de observar el sufrimiento siempre y cuando esté en alguien más y no en nosotros, así que observamos a esta sufrida persona desde lo más cerca posible y sin embargo no le permitimos ningún contacto con nosotros porque es despreciable, porque el dolor causa gusto en las personas que lo ven, no en las que lo tienen.
Entonces nosotros, que estamos aquí viéndole, que podemos ayudarle pero que jamás lo haríamos, somos en realidad lo peor que jamás podría haber existido, porque anteponemos nuestro placer a la posibilidad de calmarle el dolor a él o a cualquier otro sufrido.
Sigue llorando, empieza a golpearse a sí mismo contra el suelo y las paredes, en pocos minutos su rostro es otro, casi ya no se reconoce una forma humana en ese cuerpo. Implora por un poco de compañía, por un poco de cariño, de amistad, de amor. Está solo, perdido en un mundo en el que la única forma de adquirir la cercanía de los otros es haciéndose víctima del dolor; autodestruirse para llamar la atención de los otros.
Los otros somos nosotros, somos aquellos que corremos tras del sufrimiento ajeno para deleitarnos, para satisfacernos y seguir vivos; nosotros necesitamos de ese sufrido para mantenernos en pie, para seguir persiguiendo sufridos.
Más placer aún, nos da el causarle dolor a alguien, el poder dañar de alguna manera la tranquilidad de otra persona hasta que ésta se descontrole por completo y se convierta en un sufrido más. ¿Por qué esta terrible naturaleza humana?, no entiendo que es lo que hace que todos sintamos esa adictiva necesidad de causar, o al menos ver, el sufrimiento en otro; incluso ese otro haría lo mismo.
…………
Otra vez soñé, esa persona me agobia todas las noches con lo mismo y no me deja descansar, tengo que buscar la manera de olvidarla, si sigo así voy a acabar muerto.
Yo soy una hormiga más en este abominable mundo, trabajo las reglamentarias ocho horas en la empresa de un señor, un señor cuyo nombre no conozco. Esa es mi rutina desde que recuerdo, aparte sólo veo películas de Hollywood al llegar a mi casa, duermo, hago las compras domésticas, aseo mi habitación cada que puedo y me voy a desquitar de esta proletaria vida que llevo todos los viernes con algunas hormigas más.
Nunca había cambiado nada, sabía que eso era todo para lo que estaba aquí en este mundo. Terminé la primaria y me di cuenta que todo aquello del amor, la iniciativa y la capacidad humana de creación, eran cosas que jamás existieron, y que si lo hicieron, eran cosas que el sistema había adormecido o tal vez destruido para siempre en nosotros.
Todo había sido así hasta que un día al esperar el autobús vi a un hombre, pequeño, encorvado y totalmente ebrio. Lloraba amargamente y trataba de abrazar a la gente pero todos se le pasaban de largo, hasta ahí me pareció indiferente, pero de pronto un niño comenzó a reírsele a carcajadas, el hombre trato de abrazarlo y el niño empezó a patearle sin parar de reír. Entonces pensé, que ahora las escuelas se habían efectivizado aún más en su proceso de enajenación y destrucción de toda posible potencialidad humana. Desde entonces que sueño con ese momento, pero en mis sueños es aún peor, el hombre se autodestruye para obtener la atención de los otros; no entiendo esta actitud que él toma, pero sin embargo creo totalmente que yo haría lo mismo en esa situación.
Durante semanas que vengo agobiado pensando en la razón por la que aquel hombre pudo hacer lo que hizo, en ausencia de alguien conocido que haya presenciado la escena, lo he discutido en mi mente una y otra vez, y no logro responderme.
Tal vez un intento desesperado de acabar con la intrascendencia a la que el sistema nos condena, o una búsqueda de compañía para contrarrestar la soledad en la que también el sistema nos atrapa, etc. El sistema nos hace un montón de daños que nos convierten en máquinas, nos enajenan, nos quitan la esencia y exprimen de nuestro cuerpo el mayor trabajo posible para convertirlo en producción, y finalmente en dinero. El sistema es el dinero, y éste está por encima de todo lo demás, incluyéndonos a nosotros y lamentablemente a la Naturaleza, que es donde vivimos y el inmenso espacio que no conocemos. El sistema es imperialista, se expande sin límite alguno hasta que se destruye, y a su paso acaba con toda la hermosa perfección del espacio natural en el que se desenvuelve. Es casi como un zancudo yungueño, que se posa apaciblemente sobre un trozo de piel, incrusta su tubular boca en una vena y absorbe sangre sin parar, como con una sed que no puede saciar, hasta que finalmente su cuerpo se hincha y explota, dejando la sangre extraída derramada sobre el brazo; sí, así es todo en estos tiempos.
Joaquín Tapia Guerra-07/10/07
3 comentarios:
Este es el cuento que escribí para el embajador de italia; ya se ve que no le gustó...
Este es el cuento que escribí para el embajador de italia; ya se ve que no le gustó...
Como te dije, a veces uno escribe para sí mismo que para los demás. Hay cosas a las que solametne tú les puedes dar su verdadero significado, y un texto como éste es un caso especial, porque es como una meditación muy personal dentro de tus inquietudes. La palabra "cuento" es importante. Si el embajador te hubiera pedido un trabajo de este tiempo no hubiera dudado en llamarte y presentarlo en algun lado. Mejor si le cambias el género a tu texto, nada más, el resto está buenísimo.
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