viernes, 30 de mayo de 2008

Eros y Muerte

La vida no es vida si uno no tiene un amor.
Ando perdido, sin rumbo, deseando incansablemente algo inalcanzable. Despierto y quiero morir, en el día deambulo con un hambre insaciable y agonizo noche tras noche con la melancolía de no poder hacer, ni decir, ni morir.
¿Quién soy? ¿Hacia dónde voy? ¿Por qué nos preguntamos constantemente esto cuando está todo aún más claro que la hipocresía de la gente?
Me repugna la mentira, pero me doy luego cuenta de que no hay verdad; y esto, esto, me repugna aún más.
Este soy yo. Ando caminando en la calle y planifico una jornada de excitante cotidianidad.
Me cruzaré con los transeúntes y los miraré como siempre, sin nada en la mente más que la idea de llegar a mi trabajo y escribir artículos que al dueño del periódico le agraden y favorezcan. ¿Por qué le interesa esto? No lo sé, no me corresponde reflexionar sobre ello; yo sólo debo escribir y ser tan intrascendente como me sea posible durante los días que me quedan por delante.
¡Como sea! Voy camino a la vida, porque puedo ahora divisar a lo lejos en la vereda una cosa roja, divina y preciosa, que se acerca hacia mí. Aún está lejos, como a una o dos cuadras. Apenas puedo observar algunas curvas y flecos que bailan con el viento. No veo la hora de que llegue hacia mí. Poco a poco se van perfeccionando las proporciones, y aquel deslumbrante cuerpo se hace todavía más deslumbrante.
Ya está a una cuadra. La forma de reloj de arena es muy clara y el vaivén de las caderas casi tiene el poder de hipnotizarme. Y más encantador aún, bailando con mayor gracia que los flecos rojos de su vestido, su cabello rizado, suave y marrón –casi rojo-, acompaña con absoluta armonía al cuerpo de tan hermoso ser.
Está ahora muy cerca, casi a diez pasos de mí, el rostro más bello que jamás haya visto se levanta ante mí, para exponer sus divinos colores y facciones. Es una mujer pelirroja, de nívea piel, ojos verdosos, labios escarlata y un vestido de igual color, lo suficientemente suelto y justo como para exhibir su silueta sin hacer que luzca obscena; dejando a la vista las pecas en los pechos, el cuello y la cara.
Ya llega el momento, se acerca inexorablemente hacia mí y un pánico estremecedor recorre una por una las vértebras de mi espalda. Una fragancia divina me rodea. Es jazmín. El olor más puro y fresco, sensual e inocente -verdaderamente maravilloso- que jamás haya existido.
Mis rodillas se tambalean, y ella está a sólo un paso de mí. Pero algo sucede; ella no viene hacia mí, se cruza conmigo, iluminando mi cadáver con un tremendo roce de sus cabellos en mi cara. Por un momento el impacto me va a destruir, pero luego ella, ella, se va.
Estoy solo otra vez, y nada ni nadie me rescatará de la agonía de la impotencia. Tuve tanto miedo que no hice nada. Y ahora ella se ha ido.
Añoro volver al pesebre uterino de la infinita y cálida quietud.
Joaquín Tapia Guerra- 12/05/08

1 comentario:

ezq17 dijo...

No sé nada de literatura, leo libros y cuentos por leer,,,,pero hay algunos que sí te atrapan de principio a fin, sé que nada esta escrito solo por molestar, cada escritor trata de transmitir en sus líneas lo que en verdad siente, leo de todo, desde Coelho a J.K. Rowling, de sabiduría a imaginación. Tienes un léxico impresionante para mi que no se nada.
tal vez no me conozcas a fondo, pero buscando y leyendo poesías en este espacio virtual a través de una pantalla encontré un nombre de una persona conocida.
Bueno me despido y esperando que algún día podamos decir mas que un "Hola" me despido.
Jósé Luis Chavez Carita jose_jarod@hotmail.com
un saludo especial Joaco.